El 25 de julio es el día de Santiago Apóstol, el Patrono de Mendoza.
El mito popular dice que tiembla si los mendocinos trabajan esa fecha.
Aunque no hay certezas en cuanto al origen de la tradición,
la verdad es que el discípulo de Jesús siempre fue señalado como protector
de los temblores en la provincia.
Procesión
Tradicionalmente, el pueblo mendocino ha acompañado la imagen del
Santo
Patrono en una procesión por las calles del microcentro.
En las actas del
Cabildo ha quedado registrada esta costumbre desde principios
del siglo XVII,
aunque en esos tiempos la procesión tenía lugar la víspera de la festividad de
Santiago Apóstol. En la actualidad, el recorrido se hace el mismo 25.
La imagen
que la provincia veneró durante más de 400 años fue la del Santiago guerrero
o “matamoros”, que llegó a Mendoza desde España en el año 1600
y
muestra al santo sobre un caballo, empuñando una espada
y con dos musulmanes a
sus pies, tal como se apareció a los españoles
que luchaban contra los moros en
el año 844.
Ese ícono fue
reemplazado en 2001 por uno que muestra otra faceta del santo,la del Peregrino que predicó en Judea y Samaria y -según sostienen algunos- evangelizó España y organizó su iglesia. La figura, que desde entonces preside la tradicional procesión, fue tallada en madera por la monja Marta Morader,
de la congregación de misioneras Claretianas.
Las dos imágenes se encuentran en la parroquia de la calle Sarmiento,
pero la que preside el altar es la del caminante.
En Mendoza:
La celebración consta de un ritual clásico de comidas, música y baile en
la puerta
de la parroquia San Nicolás y Santiago Apóstol ubicada en la calle
Sarmiento 150
en pleno centro mendocino.
Luego la imagen saldrá de la parroquia para ser exhibida al público para
continuar después con la tradicional procesión y misa.
En Mendoza, Santiago fue elegido como el escudo ante el problema natural
que más preocupa en la provincia: los temblores.
Santiago era hermano de
San Juan el Evangelista e hijo de Zebedeo.
Era originario de Galilea.
Un día,
cuando Jesús paseaba por la orilla del lago de Genezaret,
vio a Pedro y a
Andrés que pescaban y los llamó para convertirlos en pescadores
de hombres.
También llamó entonces a otros dos jóvenes: Santiago y Juan.
Ambos abandonaron
inmediatamente la tarea, dejaron a su padre y lo siguieron.
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