viernes, 11 de noviembre de 2016

Jorge Luis Borges

                                                                                   


Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única.
Estoy solo y no hay nadie en el espejo.
 ¿De qué otra forma se puede amenazar que no sea de muerte? 
Lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad.
Que cada hombre construya su propia catedral.
 ¿Para qué vivir de obras de arte ajena y antigua?
Me gustaría ser valiente. Mi dentista asegura que no lo soy.
Sólo aquello que se ha ido es lo que nos pertenece.
Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza 
y el único perdón.
Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca.
 Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente.
 No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso.
  He cometido el peor pecado que uno puede cometer.
 No he sido feliz.
  La muerte es una vida vivida. 
La vida es una muerte que viene.
 La belleza es ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica.
 Todas las teorías son legítimas y ninguna tiene importancia.
 Lo que importa es lo que se hace con ellas.
 Antes las distancias eran mayores porque el espacio se mide por el tiempo.
 Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, 
ese montón de espejos rotos.
 Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina 
pareciéndose a ellos.
 La duda es uno de los nombres de la inteligencia.
 Quienes dicen que el arte no debe propagar doctrinas suelen referirse a doctrinas contrarias a las suyas.
 Felices los valientes, los que aceptan con ánimo parejo la derrota o las palmas.
 Hay derrotas que tienen más dignidad que la victoria.
 El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta 'el modo imperativo'.
 He sospechado alguna vez que la única cosa sin misterio es la felicidad, porque se justifica por sí sola.
 Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.
 Yo creo que es mejor pensar que Dios no acepta sobornos.
Gracias Roque C. M. por compartir.
Un abrazo.
 

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