http://vimeo.com/67245022
Leyenda del Amancay
En la zona de Ten-Ten Mahuida, hoy conocido como Cerro
Tronador, habitaba la tribu Vuriloche,
cuyo nombre luego se deformaría para
denominar esa bella comarca andina (*).
Quintral, el hijo del cacique de la
tribu, era admirado por las jóvenes debido a su valentía y fortaleza.
Entre
todas ellas había una que, además de admiración, sentía un profundo amor por
él,
pero su condición humilde le impedía siquiera imaginar la posibilidad de
que el joven se fijara en ella. Amancay, tal era el nombre de la hermosa joven,
no era indiferente a Quintral.
Muy por el contrario, él sentía que su corazón
se inflamaba cada vez que la morena joven se encontraba cerca, pero sabía que
su padre jamás aceptaría que él la desposara.
Un día,
varios integrantes de la tribu comenzaron a morir a causa de una extraña
enfermedad.
La epidemia no tardó en extenderse, y también Quintral cayó
gravemente enfermó.
Aquellos que aún se encontraban sanos comenzaron un éxodo
que les permitiera alejarse de los malos espíritus que estaban diezmando a su
gente.
Quintral empeoraba cada vez más, y en medio del delirio y la fiebre no
dejaba de pronunciar el nombre de su amada Amancay.
Su padre consultó a su
consejero y este le contó sobre el amor profundo y silencioso que existía entre
ambos jóvenes.
Viendo el grave estado de su hijo, el cacique envió a sus
mejores guerreros a buscar a la muchacha. Mientras tanto, Amancay había
consultado a una Machi para que la ayudara a encontrar una cura para su amado
Quintral
La anciana le reveló que la única forma de salvar al joven era prepararle
una infusión con una flor amarilla que crecía en la cumbre del Ten-Ten Mahuida,
y Amancay no dudó en ir en su busca.
El ascenso no fue sencillo, pero ella no
cejó en su esfuerzo.
Por fin logró llegar a la cima de la montaña y encontrar
la bella flor, pero no se percató de que el gran cóndor la observaba desde las
alturas.
Tan
pronto como Amancay arrancó la delicada flor, el cóndor descendió junto a ella
y le recriminó haber tomado aquella flor que pertenecía a los dioses.
Con voz
de trueno dijo que los dioses lo habían puesto como guardián de las cumbres y
todo lo que en ellas se encontraba, y a pesar de que la joven pidió disculpas y
explicó la situación en la que se encontraba Quintral, el imponente ser no
quiso escuchar razones.
Al ver que las lágrimas brotaban de los ojos de la
muchacha, el cóndor le propuso entregarle la flor a cambio de que ella le diera
su propio corazón.
Amancay
no dudó. Después de todo, ¿de qué le serviría su corazón si no tenía a nadie a
quien amar?
La joven se arrodilló frente al ave y sintió como el potente pico
habría su pecho en busca del delicado corazón.
Sus labios se abrieron y una
débil voz pronunció por última vez el nombre de su amado Quintral.
El cóndor,
conmovido por el amor que hasta último momento demostró la joven, con
delicadeza
tomó el corazón con una garra y la flor amarilla con la otra para
luego elevarse majestuosamente.
El cóndor
voló hasta la morada de los dioses, sin darse cuenta que gotas de la sangre de
Amancay salpicaban no sólo el camino sino también la delicada flor.
Una vez en
su destino, imploró que le permitieran llevar la cura para Quintral
y que
crearan un recordatorio para que el sacrificio de la joven no fuese olvidado.
Ambas cosas fueron concedidas, y de cada gota de sangre que cayó en los valles
y las montañas nació una bella flor amarilla con gotas rojas que se convirtió
en símbolo del amor incondicional.
Desde ese día, quien regala una flor de Amancay te
entrega su corazón.
Bariloche – Argentina
Jorge Rojas - Flor de Amancay
http://www.youtube.com/watch?v=Ea_eUG_YUZo
Extraído de la red.
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