La hibris o hubris
(en griego antiguo ὕϐρις hýbris) es un concepto griego que puede traducirse como ‘desmesura’,
se aplicaba en Grecia al héroe que lograba la gloria y "borracho"
de éxito se comportaba como un Dios, creyéndose capaz de cualquier cosa. Como
reza el famoso proverbio antiguo, «Aquel a quien los dioses quieren destruir,
primero lo vuelven loco.»
El historiador británico Arnold
J. Toynbee, en su voluminoso Estudio de la Historia, utiliza el concepto
de hubris para explicar
una posible causa del colapso de las civilizaciones, como variante activa de la
némesis de la creatividad.
"Las presiones y la responsabilidad
que conlleva el poder termina afectando a la mente", explica el neurólogo
y político Ingles Lord Owen, que ha recogido en su libro 'In Sickness and in
Power' ('En la enfermedad y en el poder') las conclusiones de seis años de estudio del cerebro de
los líderes políticos.
"El poder
intoxica tanto que termina afectando al juicio de los dirigentes",
afirma.
El psiquiatra Manuel Franco jefe
de Servicio del Complejo Asistencial de Zamora, explica lo que pasa con los
líderes políticos. así lo que ocurre con los líderes políticos:"una
persona más o menos normal, se mete en política y de repente alcanza el poder o
un cargo importante. Internamente tiene un principio de duda sobre su
capacidad, pero pronto surge la legión de incondicionales que le facilitan y
reconocen su valía.
Poco a poco se transforma y empieza a pensar que está ahí
por mérito propio. Todo el mundo quiere saludarlo, hablar con él, recibe
halagos de todo tipo. Esta es la primera fase. Pronto da un paso más y entra en
la "ideación megalomaníaca", cuyos síntomas son la infalibilidad y el
creerse insustituible. Entonces comienzan a realizar planes estratégicos
para veinte años, obras faraónicas, o a dar conferencias sobre temas que
desconocen. Tras un tiempo en el poder, el afectado por este mal, padece lo que
sicológicamente se llama "desarrollo paranoide". Todo el que se
opone a él o a sus ideas, es un enemigo personal. Puede llegar incluso a
la "paranoia o trastorno delirante" que consiste en "sospechar de
todo el mundo" que le haga una mínima crítica, y progresivamente se va
aislando de la sociedad. Llega un momento en que deja de escuchar, se
vuelve imprudente, toma decisiones por su cuenta, sin consultar porque cree que
sus ideas son correctas. Aunque finalmente se descubra que son erróneas, nunca
reconocerá la equivocación. Se siente llamado por el destino a las grandes
hazañas (le pasó a Bush y a Blair, cuando no planificaron con detalles cómo
reemplazarían a Husein, y no pensaron cómo respondería el ejército iraquí; en
la antigüedad otros ejemplos fueron Nerón, Calígula y otros emperadores; en
América Latina, saquen conclusiones.....). Dice el Dr. Franco que es difícil
tratar este problema, porque quien lo padece no tiene conciencia de ello.
Yo les propongo un pequeño
ejercicio, repasen mentalmente la lista de políticos que han ejercido o ejercen
el poder y su actitud antes y después de alcanzarlo, después …saquen sus
propias conclusiones.
los síntomas son
fácilmente reconocibles:
Modo
mesiánico de comentar los asuntos corrientes y una tendencia a la exaltación.
Un
enfoque personal exagerado (yo) tendiente a la omnipotencia.
Agitación,
imprudencia e impulsividad.
No son
iguales a los demás mortales, se sienten superiores.
En su
vida personal se dotan de lujos y excentricidades y tienen una desmedida
preocupación por la imagen.
Se rodean
de funcionarios mediocres.
El rival
debe ser desactivado por cualquier método.
Construyen
una red de espías para controlar a oponentes y aún a los de su propio partido.
Terminan
cayendo en la trampa de su propia política.
La
pérdida del mando o de la popularidad, los lleva a la desolación, la rabia y el
rencor.
Publicado por Barrio de Génova,
en Palma de Mallorca.
Extraído
de la red.
SINDROME DE HUBRIS Y NEMESIS, ENFERMEDAD POLITICA Y PODER
Por
la Dra. Graciela María Espinoza
Como dijo Eurípides: “Aquél a quien los dioses quieren destruir, primero lo
vuelven loco”.
El poder intoxica tanto que termina afectando la salud y/o el juicio de los
dirigentes políticos.
Las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder termina afectando a la
mente [1]
Llega un momento en que quienes
gobiernan dejan de escuchar, se vuelven irreflexivos y toman decisiones por su cuenta, sin consultar, porque piensan que sus ideas son
las correctas.
Por eso, aunque finalmente se demuestren erróneas, nunca reconocerán la equivocación y seguirán pensando en su buen hacer.
En un ensayo publicado en “Journal The Royal Society Of Medicine”, David Owen, neurólogo,
señala que cuando el poder sube a la cabeza y se sienten llamados por el destino a grandes hazañas, es porque están padeciendo un comportamiento hubrístico.
El “Síndrome de Hubris” o “delirio de los políticos” responde más a una denominación sociológica que propiamente médica, aunque los galenos somos conscientes de los efectos mentales del poder.
Hubris, es un concepto griego que hace referencia al héroe que después de ganar una batalla se emborracha con el éxito y eso le hace perder contacto con la realidad y, por lo tanto, entrar en un huracán de equivocaciones.
En la Antigua Grecia aludía a un desprecio temerario hacia el espacio personal ajeno, unido a la falta de control sobre los propios impulsos, siendo un sentimiento violento inspirado por las pasiones exageradas, consideradas enfermedades por su carácter irracional y
desequilibrado, y más concretamente por Ate (la furia o el orgullo).
En la mitología griega, Némesis que es la diosa de la justicia retributiva y la venganza, contraataca.
¿Cómo se desarrolla el síndrome de Hubris?
Cuando una persona más o menos normal entra a la vida política y de repente alcanza el poder o un cargo importante, internamente tiene un principio de duda sobre si realmente tiene capacidad para ello.
Al principio la inseguridad lo llena de ansiedad para no fracasar y pone el mayor esfuerzo para hacer las cosas bien.
Pero pronto surge la legión de incondicionales que le felicitan
y reconocen su valía. Poco a poco, la primera duda sobre su capacidad se transforma y
empieza a pensar que está ahí por méritos propios.
Todo el mundo lo adula, quiere saludarle, hablar con él, recibe halagos de belleza,
inteligencia…
Esta es sólo una primera fase. Pronto se da un paso “más” en el que ya no se le dice lo que
hace bien, sino que menos mal que estaba allí para solucionarlo y es entonces cuando se
entra en la ideación megalómana, cuyos síntomas son la infalibilidad y el creerse
insustituibles. Es entonces cuando los políticos dan el paso en falso, algunos quieren la
reelección indefinida, otros comienzan a realizar planes estratégicos irrealizables, que
abarquen varios mandatos, como si ellos fueran a estar todo ese tiempo, otros inauguran
obras faraónicas imaginarias, manejan la prensa, la publicidad y hasta pueden dar
conferencias sobre temas que desconocen.
Pero no queda aquí la cosa.
Tras un tiempo en el poder, los afectados por el Hubris padecen lo que psicopatológicamente
se llama desarrollo paranoide.
Todo el que se opone a él o a sus ideas, son enemigos personales, desestabilizadores, que
responden a apetencias personales. Puede llegar incluso al “desarrollo paranoide de
persecución”, que consiste en sospechar de todo el mundo que le haga una mínima crítica y,
progresivamente, aislarse más de la sociedad.
Se vuelven herméticos e infranqueables ante la desconfianza, se encierran cada vez más. Se
colocan una pesada armadura que los preserva de los cascotazos de la realidad, pero que los
convierte casi en autistas políticos. Sólo los detiene una gran derrota.
Es entonces que como castigo aparece Némesis, que devuelve a la persona de un batacazo a la realidad a través del fracaso. Intentan remontar la popularidad y recuperar el prestigio
que se lo llevó la soberbia, pero están tan solos con el poder y desarrollan un intenso
estrés, que los llena de ansiedad y enferman.
Y, así, prosiguen acumulando un sinnúmero de equivocaciones, hasta el cese de mandato o
pérdida de las elecciones. Es entonces que aparecen las enfermedades del poder: Estrés,
depresión, hemorragias digestivas, infarto, accidentes isquémicos cerebrales, etc., ante una situación que no alcanzan a comprender y que ya no pueden controlar.
En nuestro país el síndrome de Hubris se ha transformado en una epidemia.
Entristece mucho la manera en que pulverizan los mejores cuadros políticos y técnicos
porque son independientes.
Los consumen como cigarrillos.
Por eso, aunque finalmente se demuestren erróneas, nunca reconocerán la equivocación y seguirán pensando en su buen hacer.
En un ensayo publicado en “Journal The Royal Society Of Medicine”, David Owen, neurólogo,
señala que cuando el poder sube a la cabeza y se sienten llamados por el destino a grandes hazañas, es porque están padeciendo un comportamiento hubrístico.
El “Síndrome de Hubris” o “delirio de los políticos” responde más a una denominación sociológica que propiamente médica, aunque los galenos somos conscientes de los efectos mentales del poder.
Hubris, es un concepto griego que hace referencia al héroe que después de ganar una batalla se emborracha con el éxito y eso le hace perder contacto con la realidad y, por lo tanto, entrar en un huracán de equivocaciones.
En la Antigua Grecia aludía a un desprecio temerario hacia el espacio personal ajeno, unido a la falta de control sobre los propios impulsos, siendo un sentimiento violento inspirado por las pasiones exageradas, consideradas enfermedades por su carácter irracional y
desequilibrado, y más concretamente por Ate (la furia o el orgullo).
En la mitología griega, Némesis que es la diosa de la justicia retributiva y la venganza, contraataca.
¿Cómo se desarrolla el síndrome de Hubris?
Cuando una persona más o menos normal entra a la vida política y de repente alcanza el poder o un cargo importante, internamente tiene un principio de duda sobre si realmente tiene capacidad para ello.
Al principio la inseguridad lo llena de ansiedad para no fracasar y pone el mayor esfuerzo para hacer las cosas bien.
Pero pronto surge la legión de incondicionales que le felicitan
y reconocen su valía. Poco a poco, la primera duda sobre su capacidad se transforma y
empieza a pensar que está ahí por méritos propios.
Todo el mundo lo adula, quiere saludarle, hablar con él, recibe halagos de belleza,
inteligencia…
Esta es sólo una primera fase. Pronto se da un paso “más” en el que ya no se le dice lo que
hace bien, sino que menos mal que estaba allí para solucionarlo y es entonces cuando se
entra en la ideación megalómana, cuyos síntomas son la infalibilidad y el creerse
insustituibles. Es entonces cuando los políticos dan el paso en falso, algunos quieren la
reelección indefinida, otros comienzan a realizar planes estratégicos irrealizables, que
abarquen varios mandatos, como si ellos fueran a estar todo ese tiempo, otros inauguran
obras faraónicas imaginarias, manejan la prensa, la publicidad y hasta pueden dar
conferencias sobre temas que desconocen.
Pero no queda aquí la cosa.
Tras un tiempo en el poder, los afectados por el Hubris padecen lo que psicopatológicamente
se llama desarrollo paranoide.
Todo el que se opone a él o a sus ideas, son enemigos personales, desestabilizadores, que
responden a apetencias personales. Puede llegar incluso al “desarrollo paranoide de
persecución”, que consiste en sospechar de todo el mundo que le haga una mínima crítica y,
progresivamente, aislarse más de la sociedad.
Se vuelven herméticos e infranqueables ante la desconfianza, se encierran cada vez más. Se
colocan una pesada armadura que los preserva de los cascotazos de la realidad, pero que los
convierte casi en autistas políticos. Sólo los detiene una gran derrota.
Es entonces que como castigo aparece Némesis, que devuelve a la persona de un batacazo a la realidad a través del fracaso. Intentan remontar la popularidad y recuperar el prestigio
que se lo llevó la soberbia, pero están tan solos con el poder y desarrollan un intenso
estrés, que los llena de ansiedad y enferman.
Y, así, prosiguen acumulando un sinnúmero de equivocaciones, hasta el cese de mandato o
pérdida de las elecciones. Es entonces que aparecen las enfermedades del poder: Estrés,
depresión, hemorragias digestivas, infarto, accidentes isquémicos cerebrales, etc., ante una situación que no alcanzan a comprender y que ya no pueden controlar.
En nuestro país el síndrome de Hubris se ha transformado en una epidemia.
Entristece mucho la manera en que pulverizan los mejores cuadros políticos y técnicos
porque son independientes.
Los consumen como cigarrillos.
En un instante los
convierten en humo y tiran la colilla a la basura.
Así, los mejores hombres son
reemplazados por los más sumisos.
Aquellos que se atreven a opinar, a expresar una idea discrepante, poco a poco se van convirtiendo en
peones incómodos que se van alejando del núcleo duro del dirigente afectado por el
síndrome.
Si conocen algunas personas en la cercanía del poder que presenten alguno de los síntomas que se mencionan: exagerada confianza en sí mismos, desprecio por los consejos de quienes lo rodean y alejamiento progresivo de la realidad, coméntenle que están padeciendo el síndrome de Hubris y anticípenle que el poder es un bien que circula, nadie es su titular, que no queda en manos de nadie, y que cambia de dueño fácilmente.
Notas[1] “En la enfermedad y en el poder”, David Owen presenta las conclusiones de seis años de estudio del cerebro de los líderes políticos.
Si conocen algunas personas en la cercanía del poder que presenten alguno de los síntomas que se mencionan: exagerada confianza en sí mismos, desprecio por los consejos de quienes lo rodean y alejamiento progresivo de la realidad, coméntenle que están padeciendo el síndrome de Hubris y anticípenle que el poder es un bien que circula, nadie es su titular, que no queda en manos de nadie, y que cambia de dueño fácilmente.
Notas[1] “En la enfermedad y en el poder”, David Owen presenta las conclusiones de seis años de estudio del cerebro de los líderes políticos.
La ventaja de Lord Owen
es que además
de ser neurólogo fue ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra y fundó el Partido Social Demócrata luego de emigrar al laborismo.
Michel Foucault.
Un diálogo sobre el poder Ed. Alianza. Madrid 1981
Nota: “Sueña el Rey, que es Rey y vive/ con ese engaño mandando, /disponiendo y gobernando/ y el aplauso que recibe, / postrado en el viento escribe / y en cenizas lo convierte;
¡La muerte!
Desdicha fuerte
Es que hay quien intente gobernar, sabiendo que ha de despertar.
¿En el Sueño de la muerte?”
de ser neurólogo fue ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra y fundó el Partido Social Demócrata luego de emigrar al laborismo.
Michel Foucault.
Un diálogo sobre el poder Ed. Alianza. Madrid 1981
Nota: “Sueña el Rey, que es Rey y vive/ con ese engaño mandando, /disponiendo y gobernando/ y el aplauso que recibe, / postrado en el viento escribe / y en cenizas lo convierte;
¡La muerte!
Desdicha fuerte
Es que hay quien intente gobernar, sabiendo que ha de despertar.
¿En el Sueño de la muerte?”
Publicadas por Guillermo
Reyna Allan
Extraído de la red
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