Nunca he perdido un segundo en pensar qué ropa voy a usar
según con quién me reuniré, ni he sentido miedo al pasar cerca de un grupo de
mujeres. Suena absurdo, ¿no? ¿Tenerle miedo a un grupo de mujeres?
Por: Daniel Moreno
Yo sé que
ustedes me van a entender: por las mañanas, cuando me visto, nunca he perdido
un segundo en pensar “¿voy a tomar el Metro? Entonces, ¿qué tipo de pantalón
tendré que usar?”
Quizá en
alguna ocasión he tenido que pensar que debo vestirme un poco más formal, si
tengo una junta de trabajo que lo requiera. Pero nunca he pensado si mi camisa
o mi pantalón puede ser “mal interpretado” por la persona con la que voy a
reunirme. Menos he tenido que pensar cómo hago para “verme intencionalmente
feo”.
Si el
transporte público va muy lleno y hay una mujer detrás de mí, nunca he
considerado que deba vigilarla.
Si camino
por la calle y veo un grupo de mujeres, nunca he sentido miedo por pasar cerca
de ellas. ¿Me cambio de acera?
Me cuesta
trabajo imaginar que, si algo me pasara, un policía o un agente del ministerio
público me diría que me lo busqué por la forma en cómo iba vestido.
Nunca he
tenido una jefa que me diga “chaparrito”, ni “príncipe”, ni “guapo”.
Y si
alguna vez he tenido que denunciar algo vía redes sociales, nunca he recibido
tuits o mensajes de mujeres diciéndome que me lo merezco o que me harán algo
peor.
Nunca.
Suena
absurdo, ¿no? ¿Tenerle miedo a un grupo de mujeres?
Pero si
nunca he sentido, sufrido, pensado o padecido algo de esto no es porque tenga
algún poder especial o porque sea diferente. Es simplemente porque soy
hombre. Y por eso suena tan absurdo.
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Las claves para entender el caso de Daphne, la menor violada en Veracruz
He salido de fiesta y usado faldas cortas, ¿por eso merecía ser violada?
Estoy triste: Daphne
Porque si
fuera mujer, todos los “nunca” que han leído tendría que cambiarlos por unos
“siempre”. Una mujer siempre tiene que pensar en la ropa que va a usar, siempre
corre un riesgo al pasar en medio de un grupo de hombres, siempre
será culpada por la forma en que un hombre reaccione…
Porque en
este país, una mujer debe saber que en la calle, en la oficina o en la escuela,
hay hombres convencidos de que pueden agredirla, acosarla, insultarla, solo
porque son mujeres.
Y no
hablo de hombres “enfermos”, sicópatas. Hablo de casi cualquier
hombre-jefe-compañero-pariente-colega-desconocido, que además sabe que su
agresión quedará impune. Gente común, que ha normalizado esta violencia.
El tema
no es nuevo, aunque es normalmente invisible. Pero en los
últimos días pienso más en mis “nunca”, a causa de los casos sobre
violencia contra las mujeres denunciados en los medios. Un día toca la nota de
una periodista que sufrió abuso sexual en un pesero. Al día siguiente el caso
de Daphne en Veracruz. Luego, otra mujer que se atrevió a usar falda en el
transporte público y se topó con un tipo que la grababa con su celular. Uno más
que violó a una mujer y subió el video en una página porno… Nunca les hubiera
pasado si fueran hombres.
Ni qué
decir de violaciones no denunciadas (80 por ciento, según los cálculos de Amnistía
Internacional) y los feminicidios, ocurridos todos los días, sin excepción.
Por eso
la insistencia, porque no hablo de lo extraordinario, sino de lo normal, aunque
sea con frecuencia silenciado.
Ya lo
reveló un estudio realizado por El Colegio de México: 80 por ciento de
las mujeres se sienten inseguras al transitar por la ciudad de México; una de
cada dos mujeres han sido agredidas sexualmente, por una frase, un tocamiento o
una violación; el 40 por ciento de las mujeres ha modificado su vestimenta si
van a usar transporte colectivo.
No sería
así, si fueran hombres.
Ya lo
denunció Daphne, en su conmovedora carta pública:
“Sí he
tomado, sí he salido de fiesta, sí he usado faldas cortas, como la gran mayoría
por no decir que todas las niñas de mi edad. ¿Por eso me van a juzgar? ¿Por eso
me lo merecía? ¿Por eso pasó lo que pasó? ¿Por andar de noche con mis amigas?”
Jamás le
hubiera pasado si fuera hombre.
Y ahí
está el origen del porqué los hombres creemos que la violencia que
ejercemos contra las mujeres no existe, fue provocada, era sólo un chiste o no
se hace “con ganas de agredir”. Porque es normal. Porque era
solo un piropo.
Por
supuesto, hay un fallo grave en las políticas diseñadas por los gobiernos
federales y estatales que han sido incapaces de frenar la impunidad, que es una
constante en estas agresiones. Hay estados, como todos lo sabemos, que ni
siquiera penalizan la mayoría de los diferentes tipos de agresión.
Esos
gobiernos no han sido capaces de diseñar políticas que permitan la denuncia y
la persecución del delito, y se han quedado muy cortos en lo que se refiere a
la prevención.
Sin
embargo, no podemos eludir que tampoco hemos sido capaces de erradicar esta
violencia en cada casa, ahí donde se vive agresión física, sexual o
emocional.
No es
ninguna sorpresa decir que los hombres hemos sido educados bajo el criterio
patriarcal, según el cual las mujeres son nuestra propiedad y la violencia
nuestra prerrogativa. Por eso hay que repetir que el germen está en el
machismo, la desigualdad y la discriminación que se enseñan en cada casa.
La
violencia machista, hay que insistirlo, cobra víctimas todos los días. Y debe
cesar.
A los
periodistas, por lo pronto, nos toca informar y denunciar, sin revictimizar a
la mujer. Pero eso tampoco es suficiente.
Hay que
gritarlo todos.
Gracias Juan Armando Vázquez O.. por compartir.Un abrazo.
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