Cuentan que una vez un hombre viajaba por el océano
y su
barco se hundió, quedó a la deriva por varios días
antes de que milagrosamente
fuera encontrado
por un bote pesquero.
Al recuperarse de su pésima condición,
contó el peor error que había cometido.
Al sentir una sed desesperante, bebía agua salada,
y por la
sal contenida en la misma,
lejos de saciarse, sentía más sed e introducía sal y
arena
a su cuerpo que lo deshidrataba más.
Muchas veces cuando sentimos sed de amor, cariño, comprensión, verdad o atención,
la buscamos en cosas que lejos de saciarnos,
nos dejan peor que antes.
Así, el solitario se refugia en otro más solitario;
el falto de amor lo busca en los placeres
y la vida desenfrenada; el incomprendido
se refugia en vicios y mal carácter para llamar la atención.
Gracias Juan Manuel Gillen Orozco por compartir.
Un abrazo.
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