Retrato de Ginebra de Benci',
atribuido a Leonardo da Vinci | Crédito: Wikipedia.
De estas historias ya no se dan, al
menos no pasan frente a nuestros ojos,
será que ocurren todavía?... como dicen
en Chiapas.
"Al saber", o que es lo mismo que "No lo sé"...
Por Javier García.
Muchas de las grandes obras de arte siempre relatan historias que
merecen ser contadas. A veces lo hacen mediante un lenguaje directo, pero a menudo sólo
quienes poseen todas las “claves” son capaces de entender el mensaje que
transmiten a través de sus pinceladas.
Eso es, precisamente, lo que parece ocurrir con el ‘Retrato de
Ginebra de Benci’, una pequeña pintura atribuida al genial Leonardo da
Vinci , hoy expuesta en la National Gallery de Washington. Si en la
obra maestra del artista florentino –la Mona Lisa– su protagonista nos cautiva
con esa ¿sonrisa? enigmática, en este caso es la más que evidente melancolía
de la retratada –y su mirada perdida– la que genera mil y un interrogantes.
¿Quién fue esta joven? ¿Y qué oscuros pensamientos –capturados con la
maestría habitual del florentino– atribulaban su alma?
Sabemos que Ginebra de Benci era hija de un poderoso banquero
florentino, ella destacó por su inteligencia, su belleza y sus dotes
para la poesía, lo que le valió la admiración de muchos de sus
contemporáneos, entre ellos Lorenzo de Medici.
Gracias a su privilegiada posición social, Ginebra tuvo la ocasión de
participar desde niña en los ambientes artísticos y filosóficos de su tiempo,
lo que en Florencia y en aquellos años suponía relacionarse con los miembros de
la Academia platónica, como Ficino, o con poetas de la talla de Poliziano.
Por desgracia para ella, ni siquiera aquel ambiente de cultura la libró
de las convenciones de la época, y cuando tenía sólo 16 años fue casada
con el comerciante Luigi di Bernardo Niccolini.
En aquellos años era habitual que las damas de la nobleza o la burguesía
fueran retratadas con motivo de su boda, y esta podría ser la razón de que se
encargara a Leonardo este retrato de la joven, que los historiadores han datado
en torno a 1474-78.
El embajador Bernardo Bembo, por Hans Memling | Crédito:
Wikipedia.
Sin embargo, hay otra posibilidad. En aquellos años un veneciano, el
embajador Bernardo Bembo, recaló en Florencia para ejercer sus
labores diplomáticas. Bembo no tardó en quedar seducido por la belleza y la
inteligencia de la jovencísima Ginebra, y pronto surgió entre ellos un
romance platónico.
El embajador veneciano estaba casado y tenía hijos, de modo que el
suyo era un amor prohibido, pero eso no les impidió manifestar sus
sentimientos por medio de poemas. Y, posiblemente, también a través de la
pintura realizada por Leonardo.
En el retrato, además de la citada melancolía de la joven, vemos que el
pintor florentino retrató a Ginebra con un enebro a sus espaldas. En italiano, enebro
se escribe “ginepro”, una similitud con el nombre de pila que los artistas
aprovecharon en ocasiones, pintando a damas de ese nombre acompañadas de dicho
árbol.
Sin embargo, el enebro también se empleaba como símbolo de dolor,
pena y sufrimiento, razón por la cual se usó también en retratos de viudas.
En el caso de la joven florentina, es posible que Leonardo la retratara con el
enebro a sus espaldas por ambas razones: por la analogía con su nombre, y por
el dolor que la embargaba debido a su amor imposible.
Reverso del retrato de Ginebra de Benci | Crédito:
Wikipedia.
Estos detalles (y otros que comentaremos a continuación), han hecho
pensar a los investigadores que quizá la pintura –que fue recortada en algún
momento por su parte inferior– no se realizó con motivo de la boda de la joven
con Luigi di Nicolini, sino que fue su amado Bembo quien la encargó a
Leonardo como símbolo de su amor.
A favor de esa hipótesis, además de lo ya comentado, se han encontrado
varias evidencias en la pintura. La primera de ellas se encuentra en el reverso
de la tabla, en la que Leonardo pintó un motivo vegetal –un laurel y una
palma–, acompañado de un lema latino: “Virtutem forma decorat”.
Precisamente, el laurel y la palma eran símbolos presentes en el escudo
de Bernardo Bembo, mientras que la frase en latín, que significa “La belleza
adorna a la virtud”, parece más que apropiada para un admirador, al tiempo
que aludía a la castidad de su amor platónico nunca materializado.
La segunda evidencia apareció ante los ojos de los estudiosos gracias al
análisis de la tabla mediante un examen de imagen mediante infrarrojos. Bajo la
joven, Leonardo había pintado originalmente las palabras “virtud y honor”,
que curiosamente formaban parte del lema personal de Bembo.
El embajador y la joven florentina nunca pudieron dar rienda suelta a su
pasión. Tras varios años en Florencia, Bembo partió a un nuevo destino para
cumplir su cometido diplomático. Ella, al parecer, acabó retirándose de la vida
pública.
El suyo era un amor imposible, condenado al fracaso, pero llegó
hasta nosotros en forma de bellos poemas y de un cautivador retrato: el que
Leonardo da Vinci ejecutó con su habitual maestría, ocultando en los detalles
el sentimiento que incendiaba sus corazones.
Un abrazo.
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