A PETIT PIERRE le gustaba decir que nació "sin terminar".
Medio ciego, casi sordo y mudo, no aprendió jamás a leer ni a escribir.
A la edad de siete años lo retiran de la escuela para confiarle el
“oficio de los inocentes”: pastor.
En los campos, Petit Pierre observa la naturaleza, los animales, los hombres que trabajan.
La invasión de las máquinas en la vida del hombre le deja perplejo y pasa sus días analizando el movimiento de los aparatos con los que se topa.
Solitario y fascinado por la velocidad a la que cambia el mundo,
pasa casi cuarenta años creando este carrusel, un juego giratorio,
una máquina poética de belleza singular,
de tal complejidad mecánica que ni los ingenieros logran explicarla
y que aún hoy sigue girando con ensordecedor chirrido de hierros.
http://www.youtube.com/watch?v=KS5IlVO3ovI&feature=youtu.be
Extraído de la red.
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