martes, 22 de octubre de 2013

Cuento. Tormenta de verano

                                                                          


Llovía a cántaros sobre el tejado.

Unos relámpagos azules y violetas iluminaron mi habitación, a eso siguió una especie de estruendo seco y pude ver un fogonazo en el césped a través de mi ventana.

Me asusté mucho, por lo que buscando los brazos de mamá, caminé descalza por el largo pasillo que separaba las habitaciones.

Lluvia también había en mis ojos…

Mamá ya había escuchado el llanto por lo que estaba sentada en la cama colocándose unas pantuflas nuevas.

El día anterior, yo se las había regalado con motivo de su cumpleaños.

Recuerdo haberle dicho: -¡feliz cumpleaños mamá! ¿te estás haciendo “viejita”?

Por lo que ella, mientras me llenaba de besos, sonrío por mi ocurrencia con una dulzura de chupetín y caramelos.

Buscamos juntas unas velas porque nos habíamos quedado sin luz.

Un reloj de péndulo que estaba en el comedor marcaba las tres de la mañana.

Todo era tan oscuro, la casa por dentro y el cielo por fuera, que yo le comenté: -¡hasta el sol se asustó mamá y no creo que regrese por unos cuántos días!

Para ese entonces, yo me protegía en su regazo y no tenía intensiones de bajarme de allí.

Las gotas de lluvia, tan grandes y ruidosas, se oían como balas de ametralladora.

Para mí, era una guerra, pero para mi mamá, que tenía esa capacidad extraordinaria de ver las cosas de la mejor manera, cada gota de lluvia era una nota musical.

Si, para ella era una bonita melodía.

Del susto yo no lo lograba verlo así, entonces ante otro estruendo, mamá decía: -Paulina, ¿escuchas esos tambores cómo suenan?... ¡creo que el “gran director de orquesta” nos está regalando la Fuga de Mozart!

Y me hacía cosquillas, para intentar sacarme al menos unas cuantas sonrisas a la luz de una vela, que según ella, era la iluminación óptima para esa velada.

Por momentos la lluvia cambiaba de sonidos y ya con el agregado del viento entre los árboles, yo volvía a sentir miedo, entonces me decía: -¡escucha bien, comienza otra canción! y se esmeraba por canturrearme mis melodías preferidas, como la canción de la locomotora y la muñeca azul.

¡Qué noche diferente hubiera vivido sin ella!

Esa magia de ponerle colores nuevos a todo a su alrededor.

Astucias de madre.

Sabor del amor.

Besos pegoteados en el corazón.



(Autor: Mónica Petrillo)
                                                 
                   

Gracias María del Carmen Rodríguez Vázquez por el saludo
 para todas las que somos Mamá del grupo de la FMM. - España.

Un abrazo.
                                                                                 
                                                                                




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