MANITOS GORDAS
Para mi madre en su día.
No
tiene las manos parecidas a las mías --dijiste-. Pero se come las uñas como
yo.
Mis manitos gordas de ocho años eran cortas y
redondas. Tus manos eran finas, de alargados dedos con puntas ovaladas. Las
mías tenían hoyuelos y parecían atornilladas a mis muñecas. Las tuyas eran
como pajaritos aleteando con gracia.
Eras
preciosa, mami, yo ni siquiera fui linda nunca. Sólo nos parecíamos en las uñas
comidas, la nariz y el color de los ojos.
Pero sin
que dieras cuenta, y como adivinando premonitoriamente tu muerte tan temprana,
te fui robando gotitas de poesía. Yo no usé tus perfumes, ni tu lápiz labial
ni tu rubor, como otras niñitas les usan a sus mamis, pero te usé las letras,
me puse en la vocecita todavía de lata, tus coplas que no entendía bien pero
eran de música y colores, igual que un trompo dando vueltas, que una calesita
mecida por... ¡ay, mami, te gustaban canciones que entonces me parecían
horribles y aburridas... ! Malena canta el tango... Uno busca lleno
de esperanzas... Una mujer debe ser soñadora coqueta y ardiente...
Beniamino Gigli cantando "La Traviata" ...
¿Qué
tenía que ver eso con la maravilla de "Era un ratoncito chiquito chiquito,
que asomaba el morro por un agujerito. . . " o "La farolera
tropezó"?, y con ella nosotras dos cayendo sobre la cama, muertas de
risa, una encima de la otra, desentonando y casi sin respiración.
Ay,
mami, mami. Y me hacías cosquillas en la barriga y yo con mis manitos gordas
te tomaba la cara tan bonita, suavemente, sin apretarte, y toda tu risa era
para mí, mía, mía.
Ay, tus
manitos gordas son dos...
-¡Chanchitos!
-Crunch, crunch, crunch, me comen los chanchitos. Y ahora tus manitos son dos...
-¡Perritos!
-Am, am,
am, guau, me muerden los perritos. Y ahora tus manitos son dos...
-¡Gatitos!
-Miau,
au, au, au, me arañan los gatitos. Y ahora tus manitos son dos...
-¡Manitos!
-Y qué
preciosas y suavecitas estas manitos de mi nena, deditos sucios de tinta azul,
que me acarician, lindas. ¡Pero seguro que son manitos y no cangrejos que
pellizcan como mis manos! Crinch, crinch, crinch, pellizcan los bracitos, y los
cachetitos y. . . ¿dónde tenés la nariz? ¡Me olvidé que las nenas necesitan
nariz para respirar y no te hice nariz! ¡Qué olvidadiza! ¡Vamos a buscar un
poco de harina y agua para hacerte una nariz!
-Mami,
la hora de la novela.
-¡Sí, la
novela!
Y las
dos, sentadas al borde de la cama, escuchábamos la novela comiéndonos las uñas.
Pocas veces pasó. Pero me acuerdo. Y en la memoria de aquellos días en los que
el sol era un oro finísimo, como talco, entrando por la ventana y
espolvoreándonos, multipliqué esas horas, las transformé en cientos, y
fue para lo único que me sirvieron en la vida las tablas de multiplicar.
¿Me
hiciste la nariz de harina y agua?
Ramito,
ramito, con muchos poquititos voy armando recuerdos. Algunos son enteros,
otros son pedacitos, algunos en blanco y negro, como los sueños, otros en
colores como la nueva televisión. Pero todos los recuerdos tienen tu olor. A
frasquito de perfume vacío; poco pero intenso. ¿Viste cuando uno encuentra un
frasco viejo de perfume, vacío, y lo huele, y se te viene encima una oleada de
tiempo? Y uno huele despacio porque le da un miedo horrible de que ese resto
prodigioso se acabe y con él quede cortada de un hachazo la tardecita aquella,
un rosarito transparente de palabras, el vestido turquesa con el moño en el
hombro...
Casi
todos los ramos tienen una docena, mami, pero el mío tiene ocho. Porque fueron
sólo ocho los años que vivimos juntas. Ocho tortas de cumpleaños me habrás hecho.
Ocho velitas como máximo me habrás comprado. Ocho. Número de sinfín, de vuelta
que se entrecruza con otra y vuelve. Y hay que poner la boca como para comer
bombones para decir ocho. Ocho, yo como pochoclo, oso celoso, lloro con
mocos, toco fondo...
No me ha salido bien el remiendo de la rotura que le
dejaste a mi corazón. Coso con hilos que nunca alcanzan... hebras largas que se
anudan, hebras cortitas que dejan la puntada por la mitad. Las hebras del
diablo esas largas, como decía la hermana Elena en la clase de costura; las
hebras cortitas de la paciencia de la Virgen María, decía también.
Vos no
me enseñaste, antes de morirte, mami, cuál es el largo exacto de las hebras que
tengo que usar.
Y así
anda por aquí y por allá mi corazón, hecho un desastre, cansado de invisibles
remiendos que nunca le han servido para nada... Porque una niña sin mamá zurce
su tristeza con una aguja sin hilo, siempre, siempre sin hilo. Y aunque sepa
dar puntadas perfectas, la rotura de huérfana no cierra. Vos mami también
trataste de zurcir la misma tela frágil, ¿lo conseguiste alguna vez?
Quizás.
En estas ocasiones especiales en las cuales las personas se transforman, por
obra de la magia de un encuentro, de un momento de amor, de un llantito que
sale de la cuna y nos llama, confirmando que somos necesarias.
No sé si
fui llorona, mami, pero deseo que sí. Deseo haber sido una hija cansadora,
pedigüeña, insaciable, que te haya hecho correr detrás de mí. Que te haya
preocupado. Que te haya conmovido. Que te haya hecho desplomarte de cansancio.
Que no te haya pasado inadvertida, mami.
Yo
quería ser tan especial para vos...
Y que me
miraras todo el tiempo. Recitar y bailar y que mi cuaderno fuese el más
precioso. Y mi tono el más alto del coro. Y mi risa la más luminosa.
Yo
quería gustarte como vos me gustabas.
Y que me
admiraras como yo te admiraba.
Y llegar
a tener el pelo tan brilloso. . . y la cintura tan breve... y los pasos tan
dóciles a esos zapatos de tacones altísimos... Y tener tu manera de mover las
manos finas... y tener las manos tan finas y leves y expresivas...
Pero no
tuve tiempo para heredarlo, para copiarlo todo. Y aquí estoy, enhebrando
palabras azules, mostacillas de poesía, unas cuentas liláceas de tristeza,
porque hoy, día de la madre, quiero darte un collar hecho por mí, por mis manos
que sólo se parecen a las tuyas porque tienen las uñas comidas, pero siguen
siendo aquellas de mi infancia, mis manitos gordas que te alcanzaban la
harina para que la mezclaras con agua y me hicieras la nariz.
Gracias Solotu por compartir.
Un abrazo.
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