martes, 4 de diciembre de 2012

La fábula del erizo...muy utilizada en Filosofía y Psicología.




Durante la Edad de Hielo, muchos animales murieron a causa del frío.
Los erizos dándose cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos.
De esa manera se  abrigarían y protegerían entre sí, pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, los que justo ofrecían más calor.
Por lo tanto decidieron alejarse unos de otros y empezaron a morir congelados.
Así que tuvieron que hacer una elección, o aceptaban las espinas de sus compañeros o  desaparecían de la Tierra.
Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos.
De esa forma aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación con una persona muy cercana puede ocasionar, ya que lo más importante es el calor del otro.
De esa forma pudieron sobrevivir.

No obstante, para los que conocen el verdadero origen de la misma; la expresión obedece a una metáfora muy utilizada en Filosofía y Psicología de cómo la gente se lastima y es lastimada, producto de nuestra propia imperfección e incomprensión mutua.

Nuestra naturaleza; (tal como las espinas del erizo) en ocasiones nos impide interactuar con otros individuos de forma sana. Aún cuando en el fondo así lo deseamos.

¿Porque saco este tema a relucir, se preguntarán ustedes?
Pues bien, la razón por la que hoy quisiera hablar sobre esto; responde principalmente a 3 motivos:

Primero, porque hoy por la mañana, me tope a una amiga en la universidad, que desde hace algún tiempo a tenido varios problemas personales. Y a raíz de nuestra conversación, se dio pie para discutir sobre este dilema.
Quizá esta lectura, pueda servir para comprender mejor la idea.

El segundo motivo, tiene como fin hacer una crítica al asunto de las personas co-dependientes.
Condición psicológica en la cual alguien manifiesta una excesiva (y en muchos casos inapropiada) preocupación por las acciones de los otros.
Algo muy común que se suele identificar en gente "problemática".

"La desvalorización de la mujer" quisiera agregar que independientemente del género al que pertenezcamos; si no somos capaces de manejar de forma adecuada nuestras emociones, entonces no podemos saber quiénes somos como seres emocionales.
Mucho menos nos es posible trasmitir dichas emociones a nuestros semejantes.

Ahora bien, el dilema del erizo, fue un concepto creado por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer.
Quién se inspiro en una fábula de Esopo, para establecer una base entorno a sus teorías sobre relaciones interpersonales.
Más adelante Freud adoptaría la fábula un pro de un método de discurso en el desarrollo de su Psicología.

El dilema del erizo es quizás la forma más sencilla de explicar las contrariedades que conllevan las relaciones interpersonales. Plantea que mientras más cerca esté un erizo de otro (u otros) más se hieren entre sí debido a sus espinas; ya que esto es parte de su naturaleza.



No hay que analizar profundamente para darse cuenta como nosotros nos comportamos de la misma manera.
En un grupo social siempre hay roces, problemas, altercados y situaciones que sacan a cualquiera de sus casillas.
Provocando inseguridades nuevas o bien desenterrando aquellas en teoría superadas. Inesperadamente podemos haber herido a un amigo, muchas veces sin darnos cuenta; muchas veces dejando de lado sus sentimientos.

De una u otra manera, siempre nos exponemos a las espinas de los demás; así como ellos a las nuestras. Y cada una de estas espinas se refleja en el manejo de nuestras emociones. Tales como los celos, dudas, frustraciones, berrinches, ataques de cólera, tristeza, etc...

Ahora, algo que se debe tener en cuenta cuando se habla sobre las relaciones interpersonales; es la profundidad de las heridas que recibimos.
Pues en un sentido práctico y cotidiano, las heridas no son solo producto del encuentro con otros individuos. Sino de la propia sociedad en la que nos desarrollamos.

Todos los individuos somos producto de nuestro entorno.
Y el mundo que nos rodea determina el cómo interactuamos con los demás.
La forma en que hemos sido criados y educados, pesa notablemente en el instante en que interactuamos con los otros.
Por lo que la culpa, más allá de las intenciones, radica también tanto en el contexto como en el ambiente.
Es cierto que las heridas que recibimos de otros pueden doler. Pero es el aire a nuestro alrededor, el que a menudo es el culpable de que nos arda.

La metáfora de la interacción de los erizos, también es usada para explicar el por qué del aislamiento.


Pues la base del dilema, se origina en el miedo a ser heridos por los demás ó a quedarnos solos. Así, durante esta etapa, la gente se vuelve retraída, tímida y desinteresada.

Donde entendemos que la única manera de no ser lastimados es hacer todo lo que se nos dice para evitar que los demás se enfaden, porque este enfado haría que estas personas se fueran de nuestro lado, haciendo nuestra soledad más grande.
Ó bien curarnos en salud y del todo no hacer nada.

Una postura que toma el erizo y el ser humano ante la adversidad, prefiriendo huir del conflicto a fin de no lastimar ni ser lastimado.
Los erizos al ser criaturas pequeñas y veloces pueden huir; e incluso tienen la oportunidad de escapar.
El ser humano por otro lado, no solo no puede huir (pues en el fondo sabe que lo está haciendo); si no que tampoco puede escapar porque no tiene a donde refugiarse.

Un erizo puede escapar de su entorno y buscar un lugar más seguro. Puede morir de soledad sin afectar su mundo.
Pero el ser humano no puede abandonar el mundo, a las personas, ni ser inconsciente de su entorno. Por mucho que se esfuerce en hacerlo.

Algunos se aíslan de la realidad, más de los que se piensa, pues de nuevo los supuestos que han vencido al dilema solo están huyendo y aparentan que lo han podido afrontar.
No niegan rotundamente la realidad pero solo la aceptan hasta que se "acercan a sus propias espinas".

Se burlan de quien esta aturdido ante la existencia, saturan sus vida de crisis y tratan con desdén las llamadas crisis existenciales -o las afrontan por necesidad y con un franco conformismo-. Dicen superarlas inventando falsas filosofías o tratando al dilema como si se tratase de una adivinanza, tales personas creen haber comprendido cuando solo se han resignado a no buscar respuestas ni encarar las consecuencias.

Aunque la postura de algunas personas sea la de huir por temor, estas son incapaces de llevar a fin su anhelo de huir y conseguir una realidad de escape.
Siendo aún más frustrante pues al final, inevitablemente no pueden abandonar el dilema. En general su orgullo no es más que vergüenza ajena por otros que no han caído tan bajo como ellos; no tienen nada de que estar orgullosos pues ellos también huyen, sabiendo que en el fondo lo único que buscan es ser aceptados.
De ahí la relación que (por contradictorio que parezca) se guarda con la Co-dependencia.

No se trata solo de quien huye, sino también quien no encara el asunto.
Y solo se limitan a hacer lo que los demás digan. Actuar de una forma determinada, que satisfaga su propia necesidad.

En el caso de las personas que hieren a otros, pero que no pueden vivir sin los demás, se crea un binomio de "Dependencia Dolorosa".
Necesitan ser lastimados ó lastimarse a sí mismos, para que los demás se percaten de su presencia.
Alguien a quien se ignora, tarde ó temprano vuelve para ser notado. Y en ese proceso, ser lastimado nuevamente.

Y he aquí la comparación con el erizo: ante este miedo al rechazo, decidimos alejarnos de los demás, pues este vacío interno que nos queda nos lleva a pensar que valemos muy poco. Y si intentamos acercarnos a alguien, éste terminará siendo dañado tarde o temprano.
Sin embargo, de manera instintiva, nos percatamos de que es indispensable que nos acerquemos.
Pues al igual que los erizos, estos deben interactuar entre sí para asegurar su supervivencia. Aunque se lastimen, deben estar juntos.

A estas alturas, es cuando uno se detiene y se pregunta: ¿Es posible superar el dilema?

Una afirmación enfática sería demasiado pretenciosa. No obstante, se puede decir que si existe una forma.

El dilema del erizo no es algo que se deba temer o evitar.
Sino simplemente algo que debemos tener presente en todo momento.
Aislarse no trae más que consecuencias negativas para consigo mismo; y aún en un plano más importante, quien no siente las espinas de los seres queridos, no sabrá nunca diferenciarlas de aquellas que realmente son clavadas con la intención de hacer daño.

Si nos detenemos a pensar, en realidad los erizos se las ingenian para acercarse y reproducirse (de no ser así no existirían).
Lo que deja en evidencia que, existen métodos para salir bien librado de este dilema.

Aunque los erizos resulten heridos y las personas también; las heridas no les cuestan la vida. Y al igual que el miedo a lastimar y ser lastimados nos lleva a huir, el coraje puede llevarnos a tomar una postura adecuada.
Cuando un erizo es herido, sus espinas se endurecen. A tal punto de que estas le permiten crear una barrera que aminora su dolor. De esa forma pueden acostumbrarse a las espinas de sus iguales y convivir con ellos de una forma armoniosa.
Además algo que tienen en común los erizos con los armadillos; es que ambos tienen la capacidad de rodar.
Girar sobre nosotros mismos nos ayuda a avanzar y dejar atrás las adversidades del mundo. Y con un leve empujón (y el impulso adecuado), es posible rodar más allá de lo que se pretende.

El ser humano, ante cada nueva herida se reafirma y se endurece.
Y aunque las caídas por lo general sean signos de debilidad; lo que en verdad se necesita es equilibrio.
Pues si caemos con cuidado, podemos rodar y evitar lastimarnos.

Si hay algo que es claro; es que una persona estancada no es capaz de moverse.
El evitar la fricción del movimiento; evita que nos lastimemos.
Por lo que es indispensable que avancemos si no queremos quedarnos estancados.
Aún cuando esto implique lastimarnos un poco. La fricción social es vital para nuestra supervivencia.
Ante la dureza de la vida, se ha forjado una idea de que la fortaleza es dureza y no dulzura, creyendo incluso que hay que salir adelante de forma invicta,
¡Qué manera más fácil de salir invicto que no luchar ninguna batalla! pero que utópico y falso resulta.
Es difícil ver el alcance de la dureza cuando nuestras emociones están de por medio.

La fortaleza no consiste en afrontar una existencia triste y resistirse con dureza, sino en aferrarse a las emociones y vivirlas de forma intensa. Afrontar las espinas es aferrarnos a nuestras emociones.
Desprendernos no quiere decir que nada nos importe. Significa que aprendemos a amar, a preocuparnos y a involucrarnos sin volvernos locos.
Cuando hayamos reaccionando de un modo ansioso y compulsivo, nos volvemos capaces de tomar buenas decisiones acerca de cómo amar a la gente y de cómo solucionar nuestros problemas.

Es natural darnos cuenta de que, como seres humanos, tenemos necesidades afectivas;
pero, llegar a creer que podemos vivir sin ser lastimados, es vivir en la mentira.
Después de todo, aunque los erizos se lastimen; nunca se ha sabido de alguno que se queje al respecto.
Y por el contrario soportan el dolor con tal estar juntos.
Extraído de la red

 


 


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